Presentación de El arte de lastimar y otros
placeres,
de Dora González Lima
I.
El arte de lastimar y
otros placereses una suerte de novela
de viajes, articulada a partir de varios relatos breves. A través de éstos
podemos seguir la travesía amorosa de Lola Limantour, una guapa funcionaria
federal, de pronto enfrentada con la certeza de que la vida no tiene sentido per
se: no lo tiene, hay que inventarlo, y eso requiere imaginación, pero
también coraje, amor propio y armonía interior.
Explicado así, el
desenlace de la historia parece una sencilla conclusión de recetario; pero no
lo es. Como buena novela de viajes, en ésta el lugar al cual se arriba es tan
importante como el periplo que debió transitarse, sufrirse, disfrutarse, para
alcanzar la meta llevando algo entre las manos.
Narrada en primera
persona con un tono donde lo juguetón no excluye lo reflexivo, la historia de
Lola se antoja confesional e íntima charla entre quien lee y esa chica que
acaba de separarse de una pareja con quien compartió un buen trecho de su vida.
Quien lee, voyeur atento a las confidencias amorosas de la protagonista,
tiene el privilegio de asomarse hasta el dormitorio donde Lola intenta hallar
en varios rostros ajenos un vislumbre de su propia imagen. Detrás de esa
búsqueda incesante hay preguntas agazapadas: ahora, sin pareja, sola incluso en
los brazos de esos hombres, ¿quién es ella?, ¿qué quiere de la vida?
Ninguno de los prospectos
masculinos de muy buen ver y mejor besar está en condiciones de darle una
respuesta, pues la encrucijada es personal e intransferible. Así pues, sólo en
los momentos de mayor vitalidad le resulta dable atisbar las claves de su deseo
más profundo. Ello ocurre durante un viaje a Italia, en medio del ardiente
romance con un instructor de manejo, tras la ruptura con un patán violento y
luego de apelar a la generosidad del perdón. Es en esos momentos cuando se
reconcilia con la vida.
Al final de esa suerte de
túnel a momentos sombrío, la protagonista se rehace: “Hoy soy mariposa que
habla y se libera en un vuelo mágico, que existe y vive el presente, nada más
que el hermoso momento presente, inocente y eterno”, dice Lola en el Prólogo.
La encrucijada frente al duelo amoroso, con todo y su tufo amenazador, termina
por ser un motor para dar el salto hacia sí misma.
II.
Según se ve, El arte
de lastimar… entraña una reflexión existencial. Contiene, también, algunos
elementos para identificar en la noción de “amor” rasgos de una educación
sentimental postmoderna, que lo mismo incluye series de televisión (Sex and the
City), música (Joaquín Sabina, Pandora, Luis Miguel, Shakira), literatura
(Octavio Paz, Haruki Murakami), el radio (Marta Debayle), cine (Marga López,
Sara García, Libertad Lamarque, Pedro Infante, Woody Allen) y los libros de
autoayuda. Todo ello mencionado por la narradora como parte del marco
contextual según el cual el amor debe ser eterno, perfecto e inmutable. Una
gran mentira que torna más difícil cualquier relación de pareja.
La realidad cotidiana
confronta esa concepción musical, cinematográfica, plagada de fórmulas manidas,
con la develada por las redes sociales: la tecnología, fabricada para acercar a
la gente, subraya el carácter solitario de Lola, quien necesita hacer públicas
a través de Facebook sus relaciones y fiestas interminables, para tratar de
darles una densidad que, por cierto, parece conferirles solamente la mirada
ajena. Una vez más el espejismo, de nuevo la intención de hacer de los otros
los verdaderos protagonistas de la vida propia.
De ahí que sólo cuando
Lola escucha su voz interior, logra colocar en su justa dimensión al resto de
las voces que la rodean: las de sus amigas alertándola ante un círculo de
violencia, la de su cariño por la persona con quien vivió varios años, la de su
terapeuta llamándola a vivir el día a día e incluso la de un Buda de certeros
consejos, oportunos para quienes saben escuchar… para quienes deciden escucharse.
III.
La de Lola es una
historia sobre nuestra capacidad para herir y herirnos; sobre nuestra
posibilidad de aprender en ambos casos algo sobre nosotros. Este primer trabajo
escritural de Dora González Lima es muy buen pretexto para preguntarnos si
estamos dispuestas, dispuestos, a atender, en medio del ruido en derredor, la
recóndita voz de nuestros deseos con la honestidad y el valor de quien acepta
hacerse responsable, nada más y nada menos, que de su propia vida.
FIL-Minería, 24 de febrero de 2013.