miércoles, 20 de marzo de 2013

Dibujar es abrir puertas, dibujar es generar memoria


Por Juan Carlos Jiménez

Dibujo este texto en uno de los cuadernos en los que escribo. Escribo y dibujo todo el tiempo. Ahora estoy en San Agustinillo Oaxaca, aprovechando la tranquilidad de estos días junto al mar, tomando unas vacaciones. Hace unos días terminé de hacer los dibujos de "El Arte de lastimar y otros placeres." Veo el proceso de cada trabajo de ilustración como un viaje hacia lo desconocido. Cuando te subes al autobús o al avión, nunca sabes a qué te vas a enfrentar, qué personas conocerás en el camino. Cada proyecto nuevo es un viaje donde nos abrimos a conocer otras costumbres, otros modos de hablar, nuevas maneras de pensar y entender el mundo. Puedo decir que las historias de Dora González, me llevaron con entusiasmo y nerviosismo ha explorar nuevos caminos en mi trabajo gráfico.

Después de platicar con Dora acerca de la concepción de su libro y leer en borrador las historias de "El arte de lastimar y otros placeres" enseguida comencé a llenar mis libretas con apuntes y bocetos. Procuro tener a la mano un cuaderno, como le llamo yo de "garabatos injustificados", donde te das permiso de hacer esos rayones que "casi" ha nadie le mostrarás, por no tener un buen bosquejo, por garabatear algo absurdo, por no dibujar bonito o por sentir que la idea no ha madurado. Y mientras lees, dibujas, relees, dibujas, de pronto, nace una buena idea. La misión desde el principio estaba clara, había que hacer un libro con una personalidad pop. No se me olvida el día que Dora me dijo: —Me gusta tu trabajo, pero tu estilo no tiene nada de pop. ¿Te interesa diseñar e ilustrar el libro? Dije sí al reto y ahí comenzó la aventura de este proyecto editorial.

Buscando fuentes de inspiración empecé a observar a las personas en la calle, el mercado, el transporte público, las reuniones de amigos, sus comportamientos, actitudes y miradas, imaginas las historias que acabas de leer en sus mundos y empiezas a imaginar cómo los demás visualizan el placer, la soledad, los encuentros, desencuentros, satisfacciones, frustraciones, enojo, alegría, amor y desamor. Entre charlas de café empezamos a definir el formato del libro, imaginábamos juntos cómo queríamos que se viera, que se leyera y empezaron a surgir los primeros bocetos, colores y tipografías. Para mi sorpresa, el primer boceto, la ilustración de portada, nos gustó mucho a ambos desde el principio, ya había pasado la primera prueba del reto pop. A partir de ese momento me sentí con más confianza y el camino de las ilustraciones empezaron a fluir de manera libre y natural.

Este libro marca un momento especial en mi trabajo como ilustrador por varias razones. Es el primer libro en el que dirijo el arte, (diseño, ilustración y producción); además porque es el primer título de ediciones Matanga. Me siento muy honrado que mi querida Dora haya depositado su confianza para diseñar la imagen de su libro y que me haya permitido intervenirlo de manera libre. Confieso que cuando empecé a elaborar este libro, nunca imaginé que estaría presentándolo ante ustedes aquí en la Feria del Libro de Minería.

Hacer un libro es un un reto fascinante y divertido, editores, fotógrafos y dibujantes tenemos el privilegio de ser los primeros en leer el contenido y ver cómo éste va madurando y tienes que comprometerte con las palabras para darle una identidad gráfica. Lo mejor es que al final te vuelves más amigo y cómplice del escritor.

Me gusta dibujar. Dibujo para divertirme, reinventar el mundo, entenderme. He dibujado feliz y triste, enfermo y sano. Con cada dibujo digo lo que me disgusta, lo que me alegra, pero también está lo que me avergüenza, lo que me cuestiona y lo que me lastima.

Puedo decir que la admiración por los libros me llevó a dibujar. Dibujar es otra forma de escribir, escribir es otra forma de dibujar.

 
 


 
 

lunes, 11 de marzo de 2013

A la venta en...

"El arte de lastimar y otros placeres" a la venta en línea:

 
 

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De venta también en las librerías de la Red Educal

 en las siguientes sucursales:

 
Aeropuerto I
Aeropuerto II
Ciudadela
Pasaje Zócalo-Pino Suárez
Centro Cultural del Bosque
Centro Cultural Elena Garro
Centro Histórico
Centro Nacional de las Artes
Ceylán
CONACULTA Reforma
Museo Nacional de Culturas Populares
Palacio de Bellas Artes
Museo Carmen
 
 
 

 

martes, 5 de marzo de 2013

Presentación El arte de lastimar y otros placeres por Ángel Salgado


Dora González Lima, El arte de lastimar y otros placeres, Matanga, 2012.
Ángel A. Salgado de la Rosa



En su libro póstumo Seis propuestas para el próximo milenio, Italo Calvino habla de la necesidad de un viraje de la literatura hacia un estado de“levedad”que la haga más adecuada a los tiempos que corren. La literatura, según Calvino, debe plantearse como “una necesidad existencial”, y debe buscar“la levedad como reacción al peso de vivir”. El autor de Las ciudades invisibles llega a la conclusión de que la liviandad es deseable para la literatura de fin de milenio. Por su parte, Milan Kundera señala que el carácter de la sociedad moderna reduce al hombre a su función social. El sujeto se convierte en la historia de un pueblo, de algunos acontecimientos que, a su vez, se ven reducidos a una interpretación casi siempre tendenciosa. La vida social, señala el escritor checo, se reduce a la lucha política y ésta a la confrontación de potencias planetarias.

El hombre se encuentra envuelto en un torbellino de reduccionismo donde el mundo de la vida lo atrapa fatalmente. La razón de ser de la novela es la demantener “el mundo de la vida” permanentemente iluminado. De allí la necesidad de rescribir la realidad una y otra vez. Redescubrir las bases de la experiencia desde sus formas más simples y sencillas. Los historicistas abogaban por ello. Benedetto Croce lo asevera de forma contundente: “Toda historia es historia contemporánea”.Cada historia individual, su triunfo y su fracaso, vale la pena ser contada. Merece mucho la pena narrar una y otra vez aquella historia de amor y su épica del desencanto, la derrota del héroe romántico, el nacimiento de la tragedia, el significado de la muerte, la experiencia que nos genera la memoria. Es necesario reiteradamente sondear el tiempo: el inalcanzable tiempo del pasado del que nos da cuenta Marcel Proust: o el inalcanzable presente de James Joyce.

Los relatos que componen El Arte de lastimar y otros placeres, el primer libro de ficción de mi querida Dora González Lima, son en su conjunto la confesión de una mujer de temple rígido que con valentía ha decidido contar, una vez más, la experiencia universal que genera la decepción amorosa, su reconfiguración en venganza, arte de lastimar, los placeres que genera y el origen del que parte esa necesidad de reelaborar lo vivido. Es el lugar común, sí, pero reescrito en la visión de una mujer que ha logrado domar a la sociedad moderna líquida. Ese espacio en el que existe el miedo a establecer relaciones amorosas duraderas. Un mundo lleno de incertidumbre, diría Bauman. La protagonista: Lola, el alter ego de Dorita, se define como una mujer muy humana, común y corriente, ciudadana de a pie, que se crió dentro de una familia educada por las enseñanzas generacionales de Sarita García, Libertad Lamarque y Verónica Castro en su conjunto. Una chica claramente imperfecta, que tiene: “un pinche imán para los weyes cabrones”. Juan Gabriel no se equivoca: “inocente, pobre amiga”.Tienen razón los que afirman que no hay mejor venganza que una vida bien vivida. O como señalara Balzac: “En la venganza el más débil es siempre el más feroz”. Es la revancha de la otra Lolita, la de Nabokov.

¿Es Lola una víctima de las circunstancias? No lo creo. Es una mujer que simplemente quiere vivir. A punto del abismo, casi abatida, cuenta su historia personal en terapias grupales, agobiando a su psicoanalista y a su taxista-confesor. Decepcionada, humillada, reducida a escombros, intenta reorganizar sus pedacitos, restaura su maltrecha figura y refunda, como puede, la República Loliana, ese territorio salvaje donde se demuestra a sí misma que es capaz de volver a vivir y creer en ella. En el fondo hay un aprendizaje que le ha costado sangre, sudor, horas-cama. ¿Será que nuestra Lola se ha escapado de la tira cómica de Maitena? Casi ridiculizada, al punto del humor, Lola, con voz lastimera pregona aquel éxito ochentero de la hoy casi desconocida Marisela: “sola con mi soledad, sola con mis sentimientos”. Intenta tomar pastillas para no soñar y con la ayuda de una poderosa fuerza interior, decide parar de sufrir y se suelta el cabello. Sin muestras de culpa, desafiante, transgresora, se lleva a la cama al maestro que intentaba enseñarle a manejar. Como dice San Agustín: todo mal, desde la perspectiva de Dios, también puede ser un bien. Y si no que le pregunten al afortunado maestro de nombre Daniel. Lola, la moderna, le suelta un contundente derechazo: “…si quieres saber si me gusta coger, la respuesta es sí; si todavía tienes dudas sobre si quiero coger contigo, la respuesta es no”.

El que se salva de la furia de la leona herida se llama Raúl. A Lolis se le hace realidad el sueño de volver a ver a su novio de Universidad, aquel muchacho de chamarra de mezclilla y voz gruesa con el que retozaba en los jardines. Cierta noche, luego de una cena, la Dolores se lo lleva a sus aposentos para cenárselo de un solo bocado. “Tenía los alcoholes y la malicia suficiente para llevármelo a la cama, pero no era ése mi deseo, ni el de él”.¿Y así fue? Vayan ustedes a creerle. Esa noche durmieron abrazados y fueron un diálogo constante y fraterno. Por la mañana, el silencioso Raúl se despidió, pero ha logrado quedarse para siempre en la vida de nuestra mujer para hacerle entender que hay amores que sobreviven y derrumban las fronteras del tiempo.

La narración de Dora es vertiginosa, voraz, desesperada. Hay una necesidad de clímax. La autora no puede dejar de narrar porque existe el peligro de que la memoria se convierta en un veneno. Los diálogos son cortos pero contundentes. Ya con el chip de la maldad, de “vieja culera”, como ella lo define, Dolores se llamaba Lola. Disfruta y se regodea haciendo sufrir al hombre que se le pone en su camino, el placer y el arte de lastimar en todo su apogeo. Nuestra Lola y su frase favorita: “¿Y por qué no?”¿Por qué no otro hombre? Y aparece un piloto de aeroplano, Don Juan y mujeriego, quien le cuenta el mito aeronáutico de que cuando a un piloto le va bien en la cama, le toca mal tiempo en el vuelo. El que anda entre las nubes le susurra entre risas: “¡Me cayó un rayo, nena!

Dolores se convierte en una tormenta y aterriza cómo mariposa en los brazos del amor apache. Conoce a Omar y con él el maltrato, la vejación, la violencia. Toca fondo. Conoce los placeres de ser lastimada. De ese trance doloroso, sale nuevamente bien librada y se rehace de sus cenizas. En el límite de sus fuerzas se reconoce ante el espejo y observa en su interior sus emociones, debilidades y fortalezas. Es el camino del aprendizaje en el que Lola ha reconocido el origen de su historia: el amor a Ofelia la ha llevado a escribir estos relatos. Este momento de revelación es un instante en el que nuestra amiga se reconoce como la suma de sus ayeres, el tiempo y el recuerdo, la realización y el anhelo, lo cierto y el olvido.

Querida Dora, sí, ayer lloraste, como tú misma lo has dicho, pero hoy es otro día, y una sonrisa te espera. Ya te lo he dicho: No dejes de escribir, hay que superar esta primera novela. Tienes bien aprendida la lección de Vargas Llosa:“la ficción es una mentira que encubre una profunda verdad; ella es la vida que no fue, la que los hombres y mujeres de una época dada quisieron tener y no tuvieron y por eso debieron inventarla”. O como tú misma has citado a Machado en tu perfil de Facebook hace como 18 horas: "Después de la verdad nada hay tan bello como la ficción."